Señora de las cuatro décadas

Bajo un sol mentiroso de ínfulas caniculares, me detuve a contemplar el canto de los pájaros exhortando la lejanía de la primavera. Entre pinos y acacias prolongué mi andar, mientras dejaba que el viento álgido acariciara mi pelo suelto. Sus jugueteos me despeinaron e hicieron volar un par de hebras de cabello blanco sobre mi abrigo.

En un acto impulsivo, tomé uno de esos hilos plateados y lo dejé surcar en el viento. Al hacerlo vino a mi mente Arjona, con su conocida apología a las cuarentonas. Debo confesar que él no es artista de mi predilección, pero su título trajo de regreso un halago que recibí recientemente, en el que me llamaron “Señora Bonita”.

Sentada a los pies de un árbol ancestral, me detuve a pensar en la etimología de ese piropo, y por más que lo intenté no logré reconocerme en ese término que se refiere a las mujeres de edad madura. Pensé pues en mi mamá y en mis tías,  damas bonitas de otra generación, a las que sin duda llamo por respeto y cortesía “Señoras”.  Entre tanto me cuestioné el porqué de esa aberración por no identificarme con una realidad que el espejo vocifera.

Simultáneamente, otra de mis canas se largó, su partida me llevó de regreso al 2017, año en el que me apropié del temido título de cuarentona, y asumí el rol de bloguera; un ciclo pues en el que retoñó mi amor por las letras, dándole vida al primer post de este inquilinato. Una fase épica, rebelde, pero elocuente, un lapso que marcó un antes y un después, donde empezó mi camino de expansión con tintes de  crisis existencial. Un periodo en el que saqué del closet a esa mujer que se había agazapado escudada en su historia de migración y el rol de madre.

En este parque Amberino, escribo estas palabras para enaltecer la valentía que tuve hace medio decenio, cuando me atreví a no pigmentar más mis canas, a hacerle frente a las huellas del tiempo en mi pelo. Hoy me recuerdo irresoluta y aterrorizada, me paralizaban los posibles comentarios y opiniones, y me tullía al pensar que iba a parecer de la tercera edad. 

Sin embargo, me dejé convencer por mi amado para dejar (por un corto periodo) la rutina de los tintes y me prometí a mi misma que si no me sentía a gusto, volvería a encajar en los estándares de belleza, en los que la despigmentación de la melena es sinónimo de dejadez y senectud.

Contario a mis miedos, con el paso de los meses me sentí muy cómoda con mi decisión. Piropos por mis visos salt and pepper, eran la evidencia de que este era el camino a recorrer. Fui revolucionaria, siendo la primera en intentarlo entre mis amigas y primas, pero no estaba sola, pues a través de las redes sociales recibía feeds de otras mujeres como yo.

Así me convencí de que no era un bicho raro y fui testigo del crecimiento de movimientos como gombre y silver sisters, que hacían un apología a llevar la crin como yo lo venía haciendo, de forma natural y con gracia.

No te encojas, no te envanezcas, mantente en tu terreno sagrado.”

Pero no solo las canas son protagonistas, las mal ponderadas arrugas también merecen un lugar en este post. Ellas son marcas indelebles de lo que he vivido, son ese mapa del camino que se puede leer en  mi piel, son ellas las que hablan de vulnerabilidades, resilencia y lecciones aprendidas. 

Esos surcos alrededor de mis ojos, ese fruncir en mi ceño y esas pata e’ gallina aún vírgenes de bótox y ácido hialurónico, hablan de décadas  de experiencias. Ellas narran historias de fragilidad y muchas  horas bajo un sol fulgurando en diferentes continentes. Cada pliegue en mi rostro, es parte de los capítulos de vida de una piel apasionada, viajera y guerrera. Ellas, al igual que la cicatriz de mi cesárea, son galardones, medallas que gané con aciertos y desventuras, con cada corazón partido y varias despedidas.

Hoy con 45 noviembres encima sigo revelándome contra estándares de belleza y permito que mis canas bailen con el viento, dejo al crecer mi pelo, que su longitud se asemeje a la que tenía al emigrar. Me distancio así de esta regla social -tan arraigada en mi tierra- en la que la edad es inversamente proporcional a la longitud del cabello, ese mandamiento en el que las “mechas”  largas son exclusivas de los años mozos. 

Y así, estando en mi segunda adolescencia, me miro en el espejo y honestamente no me identifico con ese bolero de Leo Marini que tanto le gustaba a mi papá. No veo a una señora grande con aires de otra generación, no señor, me veo y me siento como sí aún tuviera treinta, eso sí con mechones platinos, desnudos y abundantes; y una piel tan madura como mi alma. 

Mis hebras grises seguirán coqueteando con la vida, mientras yo abrazo cada estría y surco sobre esta piel con menos elasticidad. Cada una de ellas me completa, me llama a integrar a mi sombra, y a enfrentar las vicisitudes con ese mantra que le aprendí a Brene Brown: “No te encojas, no te envanezcas, mantente en tu terreno sagrado.”

Y desde ese terreno sagrado prometo que seguiré caminando por la vida montada en los tacones de una revolucionaria, que tiene a Venus como inspiración. Seguiré rompiendo estructuras, saliendo de mi zona de confort, dejando a mi paso un perfume de autenticidad y habitando este cuero dionisiaco que hoy idolatro.

Ya no soy la misma, y hoy me doy gracias por no serlo, hoy plasmo en estas letras el sentir de esta escritora nacida bajo una luna en piscis. Hoy llevo mis cuatro décadas con orgullo y resiliencia. Hoy pedaleo por la vida con una edad subjetiva menor que la de mi cédula, vistiéndome de pantalones atigrados, camisetas roqueras, con trenzas y colitas, y de vez en cuando con la boca color carmesí. 

Hoy me doy la libertad de seguir siendo una treintañera, de cargar livianamente mi edad cronológica, porque al final solo tengo la edad que siento!

Señora de las cuatro décadas
Y pisadas de fuego al andar
Su figura ya no es la de los quince
Pero el tiempo no sabe marchitar

Advertisement

5 thoughts on “Señora de las cuatro décadas

Add yours

  1. Excelente !!! Lo he regalado a varias amigas “cuarentonas “ quienes tienen las mismas tribulaciones pero no pueden describirlas con ese arte magistral con que tú lo plasmas !

    Like

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

A WordPress.com Website.

Up ↑

%d bloggers like this: