Tengo un sueño recurrente, camino por calles adoquinadas y atiborradas de gente, me veo trémula, paralizada, mientras transeúntes y extraños de caras lánguidas e inertes, me espían con ojos de querella, observan como mi cuerpo desnudo camina entre sus miradas y veredictos…
Tengo un sueño recurrente, estoy ahí, avergonzada, petrificada, vulnerable hasta las entrañas, con la piel al descubierto, así como la conciencia de mis pensamientos…
Tengo un sueño recurrente, en el que me siento sola y helada, un sueño en el que quiero hacerme invisible, en el que ruego que me crezcan alas en el dorso, para volar sobre ellos, para aletear sobre los juicios que quieren ser velo para mi piel…
Hoy desperté y caminé por esas mismas calles atiborradas y te encontré a ti efigie de hierro; alguien te creó como homenaje a un poeta Amberino, sin pensar que también serías, veneración a un sueño repetido…
Tú, hembra desvestida, imponente sobre la hiedra mojada, con tus alas y tu despojo de prendas, permaneces ahí para recordarme que los juicios sobre mi desnudez solo existen frente a mi espejo.
Te cruzas en mi camino para aludir que las alas sí las tengo, pero no en la espalda sino en mis letras. Apareces en mi caminata matutina para invitarme a transitar con el alma ingenua y valiente, me invitas a levitar sobre transeúntes y extraños, me invitas a olvidar alevosías, mientras mis vocablos aletean sobre árboles de ramas nudistas, me invitas a bailar esa canción que compuso un pájaro carpintero, un tic tic toc que es oda a ese mi sueño recurrente, una tonada que merece ser bailada, despojada de miedos, ropas y juicios.

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