Tú eres mi gordita…

Tú eres mi gordita…

AC/DC, Queen y Mika se han inspirado en nosotras, en las famosas “fat bottomed girls”,  mujeres musa de artistas como Botero y hazmereír de columistas y humoristas.

A través de los años, hemos crecido en una sociedad en la que el concepto de belleza se distancia de las curvas sesenteras de Marilyn Monroe y se acerca más a los cuerpos, casi anoréxicos, de las modelos de moda.

Es así como figuras como la mía, en forma de pera, llena de curvas, rollitos y celulitis, se han convertido en un problema social y han pasado a ser un fetiche de los pocos que se deleitan con los cuerpos rellenitos.

Pero más allá de las atractivas figuras que los medios nos venden, mi reflexión de hoy va a la relación que tiene la gordura con el bienestar emocional.

Luego de 40 años logré entender que la razón de mi sobrepeso estaba más allá que en la simple relación tóxica y adictiva con la comida. Que mi obesidad iba más allá del placer pasajero por manjares culinarios o del efímero éxtasis que me produce un pedazo de chocolate Belga.

Hoy, por fin entendí, que detrás de mi talla 12 se esconde una inseguridad más pesada que mis setenta kilos. Llevo años escondiéndome del miedo, protegiéndome de mí misma y ocupando más espacio en este planeta. Llevo décadas mostrándole al mundo (equivocadamente) que mis necesidades no son tan importantes como las de mi entorno.

Por años me he dedicado a esconder mi vulnerabilidad detrás de una protuberante panza. El exceso de tejidos adiposos y de grasa, eran y aún siguen siendo una protección, para que no me hieran, para que no me rechacen.

Mi relación enfermiza con la comida, se debe a que me he dedicado a acumular pensamientos, miedos, frustraciones y desamores a través del acopio de calorías.

El espejo ha sido el villano en esta historia, el se ha encargado de agrandar mi verdad, de usar unas gafas bifocales para distorsionar mi realidad y darme suficientes razones para seguir castigándome. El espejo me mostraba un millón de motivos para seguir llenando un vacío afectivo con tortas, panes y golosinas.

Por años me dediqué a venderle al mundo la idea de que ser voluminosa no me afectaba, que Yo era de las pocas que lo había aceptado y que no me sentía menos por tener kilos de más. Mierda, que pajazo mental…

En realidad me dediqué a ignorar esa voz interior que me reclamaba a gritos por no quererme, por no valorarme, por querer protegerme del sexo opuesto, por ese absurdo temor a ser engañada, a ser herida.

Espejito espejito…

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Foto tomada de Pinterest

Esa voz era la de mi corazón suplicando migajas de amor al mundo, cuando en realidad, la que tenía que amarse, era esa vieja en el espejo.

Ese reflejo en el cristal, me recordaba cada mañana lo equivocada que estaba. Ir a comprar ropa era un suplicio y querer estar a la moda era un reto pues lo que a mis amigas, de figuras esbeltas, les quedaba perfecto, a mí simplemente me ridiculizaba.

Tantas veces escuché, “tienes una cara divina”, “que culo el que te mandas” y otra sarta de piropos un tanto más atrevidos, pero en la esencia todo me llevaba a la triste conclusión de que una panza protuberante es siempre más notable que el tal rostro angelical.

Fue así como la comida y el alcohol se convirtieron en mi peor consejero, porque siendo el ser emocional, impulsivo y explosivo que soy, el aguardientico, la chocolata y el chocoramo siempre estuvieron ahí. Ellos fueron incondicionales cuando el resto del mundo no lo fue.

Estos elementos se convirtieron en mis eternos consejeros y gracias a ellos dejé de mirarme en el espejo.

Toda mi vida he sufrido con la gordura, cuando viví en Estados Unidos comí como desfondada, no solo por la novedad de la comida chatarra gringa, también por esa ansiedad que representaba estar lejos de mi familia y de mi amor de adolescencia.

Al regresar y verme no en el espejo sino a través de los ojos de los hombres en mi vida, decidí trabajarle al asunto y me inscribí en el gimnasio. Madrugaba, sudaba y luego seguía con mis labores diarias.

Pero esa decisión no partió de mi corazón, ese empuje estaba basado en una obligación, en un compromiso con el mundo exterior, o bien con mi novio o con mi papá, quien a las 6 de la mañana me estaba sacando de las cobijas para arrastrarme al gimnasio.

En la universidad y después de terminar con mi relación, decidí caer en los brazos de mis malos consejeros: el trago y las meriendas desmesuradas. Fue así como de cigarrillo en cigarrillo y de borrachera en borrachera quise olvidar mis penas y de pasó seguí olvidándome de mí, seguí torturándome y fui perdiendo cada vez más el casi inexistente “amor propio”, que se fue extinguiendo con cada decepción amorosa.

A las gorditas nos besan y nos enamoramos, porque esas chichigüas de atención, esas migajitas de amor, significan el mundo entero para nosotros. Son esas boronitas con las que construimos un castillo con príncipe de armadura y que tal, un castillo sin cimientos, basado en la necesidad de ser amadas por alguien más, porque el amor propio se nos perdió en el camino.

Gordita que se respete es la gozona del grupo, y yo no soy la excepción! Soy el alma de la fiesta y hago al mundo reír a mi alrededor. Pues si algo necesitamos las rolluditas es llamar la atención, necesitamos que el mundo sepa que ahí estamos, necesitamos saber que los demás nos aprecian, no necesariamente por nuestro colesterol, más bien por nuestra amistad incondicional y nuestra “alegría” desbordante.

Según Alejandra Azcárate, afamada columnista y humorista Colombiana, la gordura produce a las que la padecemos una cierta libertad. Que equivocación tan grande pues si hay algo que genera nuestra carnosidad es un cautiverio, la obesidad y sobretodo la mental, es peor que vivir en la cárcel de Sin sin.

Columnas, como las de Azcárate son una exaltación grotesca a nuestras protuberancias y relieves, sin embargo, en lo único en lo que sí tuvo razón, fue en que las robustas como yo, somos muy buenas amantes y que tire la piedra la primera colega que no este de acuerdo conmigo!

Y es aquí cuando aparece el tema de las relaciones de pareja. En mi caso, salvo en dos ocasiones, mis amoríos se caracterizaron por ser nexos en los que cedí mi espacio, en los que hice hasta lo imposible por poder estar al lado de alguien más fuerte, por tener algo a raticos mientras me pasaba las semanas mendigando amor.

Me costaba trabajo sentirme lo suficientemente valiosa, para que un tipo se atreviera a estar con alguien como yo. Fue así como me rebaje a asumir el rol de “arrocito en bajo” cuando en realidad me merecía el papel de actriz principal.

Pero por qué me tomé cuatro décadas para encontrar esta respuesta? solo el universo lo sabe, lo importante es que desde que descubrí el placer que me brinda el ejercicio, entiendo y respeto el camino que recorrí. Un camino que me ha enseñado con sangre, sudor y lágrimas a valorar el reflejo en el espejo.

Hoy a mis 40 años y gracias a la inspiración de mujersotas como Evelyn Aguia y Nina Sinisterra he encontrado una respuesta a esas preguntas existenciales. He hecho las paces conmigo misma, he recobrado la fuerza para pelear por mis espacios, por hacerle saber al mundo que aquí estoy y que estoy trabajando por ser cada día mejor, por alcanzar mis sueños y por hacer una diferencia en este planeta.

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Foto tomada de Pinterest

Hoy trabajo incesantemente por cambiar ese paradigma mental en el que no me amaba lo suficiente, en el que yo había nacido sin fuerza de voluntad y mucho menos disciplina.

Hoy me miro al espejo y me gusta lo que veo, hoy veo que vale la pena hacer cambios estructurales y permanentes en mi alimentación, levantarse temprano a hacer ejercicio, comer conscientemente y ser feliz.

Hoy entiendo que me llegó en este momento de mi vida, porque abrir la puerta del cuarto piso me ha mostrado que es el momento de reconciliarme conmigo misma, de establecer las prioridades que son trascendentales para mí y en cuidarme para sentirme bien con la mujer hermosa que soy.

Y mientras escribo este último párrafo, el mico que habita en mi mente me dice, “Viejita que pretenciosa eres! Hermosa???? Hermosas las modelos de Victoria´s Secret”.

PUES NOOO!!! Querido mico, hoy te digo que sí, que soy hermosa y estoy trabajando a diario por convencerme de ello, gracias mico por compartir!

 

 

 

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9 thoughts on “Tú eres mi gordita…

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  1. Que textos tan rico en experiencia, pero sobretodo tan impactante a los ojos del lector. Quiero decirte que esa situación no es ajena a mujeres con pocas calorías acumuladas; somos muchas las que tenemos un amor a medias con nosotras mismas, por no decir que amamos sin límites hacia afuera y mediocremente hacia adentro. Las migajas buscadas son un dolor incalculable, de miseria puesta en la responsabilidad de otros. Que buen texto para aplicar no solo para personas que han visto en su voluptuosidad la discriminación sino a quienes no hemos sabido darnos nuestro lugar por miedos fundados en los patrones sociales. Excelente artículo…mágico en reflexión!

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  2. Me encanta lo que escribes, tu estilo y la fluidez. Me siento identificada con muchas de las cosas que dices aunque creo que no es algo de peso. Durante los últimos años me he dedicado hacer Coaching emocional a muchas mujeres, y casi todas sufrimos o hemos padecido la codependencia emocional, y esa la llevamos grabada en los génes por años de opresión hacia la mujer. Hemos padecido igual las migajas del amor, tanto las que visten los huesos como las que vestimos los rollos. Y ni decir de las que tienen el cuerpo proporcionado. Ninguna mujer se ha salvado. Hay muchas que aunque teniendo el cuerpo perfecto dictado por la sociedad, se vuelven más esclavas de la imagen por que no se perdonan el subir una pulgada de mas. Es general, es simple hecho de ser mujer. Por eso el empoderarse, el buscar estos medios de expresión, el apoyo femenino, el redescubrir nuestro valor , el reconciliarnos, el amarnos y aceptarnos nos hace hermosas. Con peso o sin el, compartimos las mismas inseguridades, temores y desamor. Pero cuando despertamos compartimos igual la misma fuerza interna, la misma sabiduría, creatividad y conciencia. Hermosa tu desde siempre, tus palabras, tu talento, tu vulnerabilidad tan valiente y tu ser tan auténtico. Un beso y sigue deleitándonos con tus palabras.

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  3. Esto es sanación, el ser vulnerable y acceptar publicamente sana, sana el alma, el corazón y físicamente.
    Te admiro, siempre te he querido, que bendición caminar este camino de liberación, de sanación contigo. TE QUIERO!!!!!

    Para adelante mi primucha divina.

    #AmorPropio

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  4. Me encanta leerte! Pero me encanta más saber que te has encontrado contigo y ahora te ves como siempre te hemos visto los que tanto te queremos.

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